El cine recibió un gran impulso con el advenimiento de la democracia. De la mano de una renovada efervescencia política y social surgieron nuevas voces y narrativas que reclamaron por su espacio en las pantallas.
En el estudio de tv de LG PLAY, tres especialistas nos ayudan a pensar cómo fue ese período de transición de la filmografía argentina. Entrevistados por Guillermo Monti, prosecretario de Redacción, participaron en una producción audiovisual que podrá verse próximamente en las distintas plataformas de LA GACETA.
Elementos históricos
“El cine argentino ha puesto especial énfasis en qué sentidos se construyen acerca de nuestra historia”, opina Pedro Ponce, licenciado en cinematografía y docente de la Escuela de Cine de la Universidad Nacional de Tucumán.
“Y siempre está presente lo interesante de preguntarse cómo el audiovisual puede mostrar elementos de la historia que tal vez en los textos históricos no se reflejan”, resalta Ponce, que además dirigió largometrajes documentales y cortometrajes premiados a nivel nacional e internacional.
La censura
En base a sus investigaciones, los profesionales se sumergen en el análisis del contexto de producción durante la dictadura militar para tratar de reflexionar sobre un momento donde la censura era una cuestión central ¿cuáles eran los escapes de los cineastas para producir en un escenario donde todo estaba vigilado?
“La censura y la autocensura tienen un fuerte impacto en esos años”, dice Germán Azcoaga, licenciado en Historia y docente de la UNT. “Hubo muchos realizadores desaparecidos y muchos en el exilio y para los que se quedaron en el país no fue fácil: había una censura previa en los guiones y una censura también posterior a la realización de la obra. Había muy poco lugar para películas serias o dramáticas y mucho menos para películas críticas. Quedaba la opción de hacer películas alegóricas, metafóricas o encriptadas, es el caso de algunos largometrajes de Alejandro Doria, como la La Isla o Los Miedos”, acotó.
“El Instituto Cine-fotográfico de la UNT (ICUNT) tiene un registro de poca producción cinematográfica en esos años”, agrega Magdalena Franco, quién trabaja en el área de extensión universitaria de la UNT y fue durante muchos años encargada del Departamento de Documentación y Archivo donde se conservan valiosos registros fílmicos de Tucumán del siglo XX.
“Por el contrario, notamos una gran producción de series de diapositivas para la educación primaria. No se podía hacer cine y el personal se enfocaba en aportar al sistema educativo utilizando lo audiovisual como una herramienta, tocando temas que hasta la actualidad están vigentes como ‘derechos del niño’ o ‘familia y democracia’. Esto demuestra que las personas vinculadas al audiovisual buscaban otras formas de generar contenidos que puedan tener impacto positivo en la sociedad”, cuenta Franco.
Los años 80
Según los especialistas, hacia finales de la dictadura, la censura comienza a relajarse y los cineastas comienzan a quitarse ataduras anticipándose a la inminente llegada de otros tiempos políticos: se abría la puerta al cine de los 80.
“Fue un cine muy reposado en la palabra”, detalla Ponce. “Había mucho para decir y eso se notaba en la puesta en escena. Un cine que declamaba, donde había personajes que eran los conductores de los puntos de vista de los guionistas y directores. Se entiende ese carácter declamativo en cuanto habían pasado muchos años sin la posibilidad de elaborar un discurso. Pensando en La Historia Oficial, como el eje de referencia al cual siempre se vuelve, se comprueba que prima esta cuestión de tratar de verbalizar el problema, de poner todo en la palabra”, reflexiona el joven realizador tucumano.
Había un especial interés del gobierno democrático en propiciar un reconciliación del público con la cinematografía nacional, según los profesionales consultados. Los ciudadanos veían ese nuevo impulso del cine como un espacio para reconocerse como comunidad.
Películas para debatir
“Según se reconstruye, ir a ver esas películas y debatirlas era percibido como una acción de participar activamente de la nueva vida democrática”, explica Azcoaga.
Los expertos subrayan que fue el tránsito de narrativas que se valían de alegorías y metáforas ante la imposibilidad de expresiones literales, en los 70; a historias que “necesitaban decir mucho”, en los primeros años de democracia. Con el paso del tiempo la filmografía argentina se fue consolidando hasta convertirse en una de las más reconocidas de la industria en el mundo.
“Creo que nosotros, como realizadores audiovisuales -dice Ponce- en el manejo de este medio de comunicación que es el cine, tenemos la responsabilidad de sostener garantías y responsabilidades democráticas básicas que nos han costado sangre conseguir, no solo al conjunto de la sociedad, sino específicamente a integrantes de nuestro campo audiovisual”.